El hall de la sede de Lefebvre nos dio la clave. Con el aforo esperado, apenas quedaba espacio para situar a los ponentes, así que hicimos lo que nunca se había hecho.
Creamos un escenario vertical, una arquitectura efímera que se iba construyendo a lo largo del evento. Emulamos una estantería virtual que albergaba los productos editoriales del futuro, como metáfora del contenido que se iba a comunicar.
La escenografía cobraba vida y se iba modificando a medida que avanzaban los contenidos. Los ponentes se movían en las diferentes alturas del escenario, manteniendo la atención de la audiencia.